No hace tanto tiempo del tiempo en que la mayoría de las personas estábamos dentro. Dentro de las casas, dentro de los trabajos o de la falta de trabajos, dentro de membranas que nos aislaban. Alguna que otra vez, cuando surgía una convocatoria, cuando íbamos, apenas cien o doscientas personas ocupaban la acera de una calle.
Hemos ido saliendo y, aún más, hemos aprendido que dentro y fuera no son categorías que nos sirvan, que cuando estamos, como dice el título de este libro, en la calle, estamos dentro y la calle es la continuación del cuarto, de la cama, son habitaciones, vidas, recuerdos, secretos y propuestas las que salen a la calle y no cuerpos separados: por eso la calle puede ser lo más íntimo del mundo.
Son, al mismo tiempo, los cuerpos mezclados con los gritos, las pancartas, las luchas, los encuentros, los que vuelven a la casa cuando aún dura, al cuarto y a la cama, al trabajo cuando lo hay, al taller, al centro ocupado, al coro, a la asamblea. Hemos aprendido, lo ha escrito Noelia Pena, que “todo es un continuo. Nunca es una puerta la que nos mantiene a salvo del peligro, nunca el contorno de un dibujo el que nos impide continuar nuestro trazo”.
También hemos dudado muchas veces: ¿Sirve lo que hacemos, estar ahí? ¿Llevar fuera nuestro dentro y llevar dentro, cada día, en cada gesto, nuestro fuera, puede cambiar algo? Hemos dados algunos pasos. Pasos que están contados en este libro. Pasos irreversibles. Porque si nos hemos reído a veces con la imagen de la pasta de dientes que ya no puede volver al tubo, así ocurre también con todo nacimiento, no se desnace, se muere pero no se desnace, no se rompe la flecha del tiempo y lo que ha pasado, lo que hemos hecho, es ya memoria nuestra.
Cuenta En la calle las protestas que han nacido desde el 15M hasta hoy, protestas iguales y distintas, venidas desde hace cientos de años y al mismo tiempo nuevas. Es este libro parte de nuestra biografía y dan ganas de buscarse, de buscar a amigas y conocidos en esos rostros, pero en realidad no hace falta porque son nuestros rostros, el tuyo y el mío, y esta vez no son breves como fotografías sino que son, como fotografías, duraderos, persistentes, fuertes.
La luz, que viaja tan deprisa, se queda quieta aquí. Espera, igual que en aquel tango, dejar lo que hubo de “pasado acobardado en el fangal” y empezar de nuevo, sin olvido, con las raíces revolucionarias que nos dan alimento y nos muestran caminos, y también con lo que ahora despierta, con palabras que renuevan la lucha política: lo vulnerable, el cuidado, la importancia de tejer y no sólo de salir en busca de aventuras. Tejiendo estamos, sin renunciar al grito ni al abrazo, al verso y la pancarta, la risa y la organización. Sin renunciar al canto más suave y al más duro.
La luz se queda quieta en cada fotografía, la escribe, la narra, pero no se refugia en el cristal de cierta estética que sirve para separar, enmarcando y apresando la experiencia de lo que estaba vivo. La luz en blanco y negro aquí es el principio de una historia, una acción humana en el espacio y el tiempo atravesada por un conflicto. Policías, petardos, vallas, camiones, puertas de bancos son la primera capa y sabemos que hay más. ¿Cómo continuará este libro? ¿Qué formas de lucha seremos capaces de inventar que permitan a quienes somos más y sin embargo, al mismo tiempo, tenemos menos medios, resistir y afrontar la negativa a perder los privilegios de quienes los han acumulado con trampa?
A veces hemos pensando que cada una de las fotografías de este libro es como una red neuronal. Lo que estaba desconectado se conecta, lo que estaba separado se une. Donde sólo había aislamiento, competencia, miedo, ahora hay enlaces, apoyo, cuidado. A veces hemos soñado con que esas conexiones desencadenarán un arsenal de sinapsis vivas, y cada marcha, cada colectivo, cada acto de solidaridad y cuidado cubrirá el territorio sin dejar aire ni espacio para ninguna relación de dominio. Otras veces también nos hemos dicho que costará aún más, que vendrá la violencia de quienes no van a permitir que les arrebaten la única libertad que les importa, la libertad de explotar. ¿Y entonces qué? Entonces este libro es un principio, ahora que, se canta, “estamos en pie”. Para que no volvamos a salir del camino que nos trajo hasta aquí, cada una de sus fotografías es documento y es impulso hacia lo siguiente, hacia el embate creciente de la inteligencia.
Belén Gopegui